¿Condiciona mi infancia mi vejez?
Las condiciones favorables en la infancia influyen en el nivel de salud y desarrollo a lo largo de toda nuestra vida.
Las situaciones de pobreza o violencia en la infancia comprometen el bienestar en la vejez y pueden acelerar la discapacidad, la demencia y la fragilidad.
También las condiciones económicas a lo largo de la vida afectan a nuestra vejez.
Un mayor nivel económico suele permitir una vivienda más confortable, una mejor alimentación y un ocio más variado y creativo.
En promedio, las mujeres mayores tienen peor salud física y mental y mayor discapacidad que los hombres de la misma edad. Estas diferencias adversas se originan en las desventajas económicas y sociales acumuladas a lo largo de la vida.
Probabilidad de discapacidad según suficiencia / insuficiencia de ingresos mensuales:
Pulsa en la leyenda para comparar.
Fuente: Rodriguez-Laso et al. BMC Geriatrics, 2014.
¿Y mi educación?
Fomentar el nivel educativo de una población es una excelente intervención para aumentar la esperanza de vida sin discapacidad.
No se conoce ningún fármaco o tratamiento contra la demencia que tenga eficacia tan probada como la que tiene un alto nivel educativo.
Para fomentar el envejecimiento activo se debe apostar por un aprendizaje continuo que permita mantenerse e integrarse en la sociedad, así como adquirir conocimientos para disfrutar y aprovechar los avances tecnológicos.
Fuente: Zunzunegui et al. Rev. Esp. Salud Pública, 2004.
El grupo que no fue a la escuela pero consiguió aprender a leer y escribir por sus propios medios es una grupo muy curioso porque, aunque están un poquito peor que los escolarizados hasta los 90 años, llegan a superarlos después, en un claro ejemplo de supervivencia de los más fuertes.
Los que continuaron siendo analfabetos hasta la vejez llegan a cumplir los 65 con peor función cognitiva media que los otros dos grupos (puntuación de 25 en la prueba) y se deterioran mucho más rápidamente.